Relato que envié al concurso de "La Córdoba de las 3 culturas" el pasado mes de marzo (si no sabéis de qué va, googleadlo un poco, aunque el nombre casi que lo dice todo).
No me comí un rosco pero quedé satisfecho ya que aún con las limitaciones (sólo tres páginas a 1´5 de interlineado) creo que me salió algo decentito.
Aviso: burrada incoming. Políticamente correctos abstenerse.
LOS TRES ZAGALES Y LOS ROBOS PERALES
Corría el año 1495, en una alegre plaza de una ciudad cuyo nombre no quiero recordar, donde la gente se agrupaba con curiosidad, a escuchar las trobaderías de un sencillo juglar.
-”Madre, madre, que viene el juglar” se escuchaba a los niños gritar.
-”Y una historia nos va a contar” con alegría se podía exclamar.
Un hombre, de aspecto seco pero lleno historias que contar, agrupaba a la gente en la plaza y con sorna pasó a narrar esta historia que os va a impactar.
-En el Al-Andalus de las tres culturas, tres infantes había que jugaban a lanzarse herraduras. cristiano, judío y sarraceno, los niños de diferencias no sabían más que al segundo el dinero le hacía sentir muy lleno.
-Señor juglar ¿es que en rimas va usted siempre a hablar?
-Niño, gracias por mis rimas haber frustrado, pues estar así todo el tiempo es harto complicado.
El juglar prosiguió.
-Los zagales jugaban sin diferencias, correteando por aquí, saltando por allá. Los tres de diferentes entornos provenían, pero muy amigos se sentían. Uno era hijo de carpinteros cristianos, otro de comerciantes judíos, y otro de herreros moros. Mas ellos insistían en la tolerancia y se respetaban, y aunque muchos por locos los tomaban, en una situación excepcional vivían.
El cristiano preguntó -”¿qué queréis ser de mayores?”- y el moro respondió que herrero como sus padres, a lo que el judío añadió que comerciante para hacer las vidas alegres, a aquellos que su mercancía necesitasen, aclaró.
Pasaban los días y aburridos se hallaban, y en jugar a algo pensaban. El judío propuso el escondite, con las calles de la judería como límite, veinte segundos para esconderse tendrían los otros dos pues a quedársela él se ofreció veloz.
-¿Y dónde se escondieron, señor juglar?
-Lo averiguarás si me dejas seguir con mi cantar.
Mesándose la barba, el Juglar prosiguió con su narrar, dispuesto a más revelar. El juego de los zagales tan inocente no era, pues el judío tenía una idea a su propia vera. El juglar continuó.
-El cristiano se escondió en una calleja, ni muy clara ni muy oscureja. El moro se escondió tras un arbusto, esperando no dar a nadie un susto. El judío continuó contando, y contando y contando... y los otros dos desesperaron.
Hartos de esperar, al Judío comenzaron a buscar. Horas y horas de andar, preguntar, y recabar, sin más éxito que el peso perdido por lo que caminaron.
-“Seguro que lo ha llamado su madre”, dijo exhausto el moro.
-”Mañana nos pondrá al corriente de todo” añadió el cristiano.
-”Mejor será que comamos algo, pues tanta caminata cansa”
-”¿No notas las bolsas de viandas como más ligeras, como vaciadas por robaperas?”
En efecto, las bolsas estaban vacías, como estómagos sin pan del día.
-”¡Sólo las dejamos atrás al escondernos! ¿Cómo no nos hemos dado cuenta?” - Preguntaba el moro.
-”Sugiero investigar a donde nuestras viandas fueron a parar.” Replicó el cristiano.
Caminaron por toda la judería, interrogando por tropelías, sin que mucho se notase, a todo aquel que llenazo estomacal mostrase. Tras un rato de deambular, una respuesta lograron hallar. Un hombre huesudo, barbudo pero tampoco muy peludo, les dio la respuesta que tanto les iba a impactar.
-”Sí, todos los días, por la judería, un niño judío se pasea insistente, y nos vende algunas viandas para sacarse una paga extra aunque me da que proviene de familia pudiente”
-”La descripción casa con nuestro amigo, casualmente” - Dijo el moro claramente enfadado.
-”O sea que es él quien nos venía robando las viandas hábilmente”.- Añadió el cristiano abochornado.
-”Día sí y día también, viniendo nosotros de familia sin tanto poder...”
-”Ya sabes lo que hay que hacer”.
Pasaron los días y los padres de los dos zagales, víéndolos en casa jugar, sin el Judío estar, les comenzaron a preguntar:
-”¿Cómo es que ya no jugáis con vuestro otro amigo?”
- “Tuvimos un desacuerdo respecto a sus ventas de mercancía de otros ombligos”.
-¿Os peleásteis y ya no estará más a vuestro lado?
-”Oh, sí, sigue a nuestro lado padre... en las cortinas de piel, en los postes, y en ese asiento donde os hayáis reposado”.
Los padres de ambos niños, que de fiesta se hallaban, se quedaron paralizados, pues cuenta se daban, de lo que sus hijos habían perpetrado.
-”Señor Juglar” - le interrumpió una niña del corro antes de concluir- “ eso es terrible si de verdad ocurrió. ¿Que moralidad nos intenta enseñar con el crimen que el dúo cometió?”
-”Que a diferencia de esos zagales, todos debemos llevarnos bien en todos los portales, y que ni las tres culturas pararán los crímenes de ningún bando, ya que asesinos e intolerantes los hay y habrá en todos lados”.
Si a Seth Macfarlane le hubieran mandado escribir algo de las tres culturas hubiera escrito algo parecido. Un placer re-leerlo.
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